Violeta Yangüela
Hace miles de años a los griegos se les ocurrió
inventar la democracia. Ese invento
rompió con el sistema imperante en el que el poder se legitimaba por los
dioses, por herencia, por la fuerza y por la riqueza.
El concepto de que los ciudadanos son sometidos
a la misma ley y esa ley tiene que ser
obedecida por todos, discutida y aprobada por los hombres, se convirtió en el
principio fundamental del sistema democrático.
La elección de los funcionarios que fuesen a
desempeñar los puestos públicos se hacía a manera de sorteo con la obligación
de aceptar y cumplir así con el deber de ciudadano. Ése sorteo es lo que probablemente diera origen a los
procesos electorales de las democracias
de hoy para elegir a los
funcionarios de la nación.
En todo el camino recorrido, desde los griegos
hasta nuestros días, el sistema democrático
aún no ha podido convertirse en la norma
que regule la conducta de las
naciones y de los ciudadanos.
El principio de la isonomía, la misma ley para
todos, ha encontrado adversarios en las naciones y en los individuos porque
éste sistema tiene implícito la competencia y en esa competencia aflora la
naturaleza imperfecta de los seres humanos y los conflictos que se presentan
cuando esos mismos seres humanos tienen que
convivir en sociedad.
Muchas naciones han visto truncados sus deseos
de vivir en democracia cuando en la
competencia electoral el perdedor no acepta los resultados y quebranta
la libre elección de los ciudadanos para alzarse con el poder “a las
malas” acompañando y apoyado por una
parte de los ciudadanos que tampoco aceptan el veredicto de los jueces
electorales.
En otros casos, el ganador se convierte en el
“jefe” haciendo caso omiso a las leyes que precisamente le otorgaron el poder y
también “a las malas” se impone con el apoyo de una parte de los ciudadanos.
La práctica democrática debe contar con
instituciones sólidas y representativas que hagan posible su ejercicio en la convivencia
social.
En la actualidad Venezuela es un buen ejemplo.
Sin ninguna duda que el país venezolano ha
cumplido con el requisito democrático. La celebración de elecciones para elegir
a su gobierno.
En el camino, con una situación de deterioro
económico, político y social, la oposición política venezolana intenta por
todos los medios institucionales aplicar las leyes escritas en su Constitución.
Al parecer, esas instituciones solidas que
hacen posible el ejercicio democrático, no funcionan y el “jefe” del gobierno,
Nicolás Maduro, con todas las triquiñuelas, artimañas y
fullerías impide que se cumplan.
En la actualidad representantes de la comunidad
iberoamericana, de España y el Vaticano
han logrado un dialogo entre la oposición y el gobierno. Cuatro mesas negociadoras instaladas. "Paz, respeto al estado de
derecho y a la soberanía nacional" está José Luis Rodríguez Zapatero. Verdad, justicia, derechos humanos,
reparación de víctimas y reconciliación", la Santa Sede, la económica y
social, con el ex mandatario dominicano Leonel Fernández a la cabeza, y la de
"generación de confianza y cronograma electoral", con el ex
presidente panameño Martín Torrijos.
Como dicen los mexicanos: “que les vaya
bonito”.
v-yanguela@codetel.net.do
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