lunes, 7 de noviembre de 2016

FULLERÍAS

Violeta Yangüela
Hace miles de años a los griegos se les ocurrió inventar la democracia.  Ese invento rompió con el sistema imperante en el que el poder se legitimaba por los dioses, por herencia, por la fuerza y por la riqueza.
El concepto de que los ciudadanos son sometidos a la  misma ley y esa ley tiene que ser obedecida por todos, discutida y aprobada por los hombres, se convirtió en el principio fundamental del sistema democrático.
La elección de los funcionarios que fuesen a desempeñar los puestos públicos se hacía a manera de sorteo con la obligación de aceptar y cumplir así con el deber de ciudadano. Ése sorteo es  lo que probablemente diera origen a los procesos electorales de las democracias  de hoy  para elegir a los funcionarios de la nación.
En todo el camino recorrido, desde los griegos hasta nuestros días, el sistema democrático  aún no ha podido convertirse en la norma  que regule  la conducta de las naciones y de los  ciudadanos. 
El principio de la isonomía, la misma ley para todos, ha encontrado adversarios en las naciones y en los individuos porque éste sistema tiene implícito la competencia y en esa competencia aflora la naturaleza imperfecta de los seres humanos y los conflictos que se presentan cuando esos mismos seres humanos tienen que  convivir en sociedad.
Muchas naciones han visto truncados sus deseos de vivir en democracia cuando en  la competencia electoral el perdedor no acepta los resultados  y quebranta  la libre elección de los ciudadanos para alzarse con el poder “a las malas” acompañando y apoyado por una  parte de los ciudadanos que tampoco aceptan el veredicto de los jueces electorales.
En otros casos, el ganador se convierte en el “jefe” haciendo caso omiso a las leyes que precisamente le otorgaron el poder y también “a las malas” se impone con el apoyo de una parte de los ciudadanos.
La práctica democrática debe contar con instituciones sólidas y representativas que hagan  posible su ejercicio en la convivencia social.
En la actualidad Venezuela es un buen ejemplo.
Sin ninguna duda que el país venezolano ha cumplido con el requisito democrático. La celebración de elecciones para elegir a su gobierno.
En el camino, con una situación de deterioro económico, político y social, la oposición política venezolana intenta por todos los medios institucionales aplicar las leyes escritas en su Constitución.
Al parecer, esas instituciones solidas que hacen posible el ejercicio democrático, no funcionan y el “jefe” del gobierno, Nicolás Maduro, con todas las triquiñuelas, artimañas y
fullerías impide que se cumplan.
En la actualidad representantes de la comunidad iberoamericana, de España  y el Vaticano han logrado un dialogo entre la oposición y el gobierno. Cuatro mesas negociadoras instaladas.  "Paz, respeto al estado de derecho y a la soberanía nacional" está José Luis Rodríguez Zapatero. Verdad, justicia, derechos humanos, reparación de víctimas y reconciliación", la Santa Sede, la económica y social, con el ex mandatario dominicano Leonel Fernández a la cabeza, y la de "generación de confianza y cronograma electoral", con el ex presidente panameño Martín Torrijos.
 Como dicen los mexicanos: “que les vaya bonito”.
v-yanguela@codetel.net.do

No hay comentarios:

Publicar un comentario