Violeta Yangüela
A su muerte, Mahoma deja un testamento con una
misión. Defender la fe y expandirla al resto de la humanidad. Un año después de su muerte comienza la
conquista fuera de la Arabia de Mahoma
ya conquistada y unificada por
él. Con,
por y para Alá.
Las “tropas” se dividen en dos direcciones. Una, hacia el cristiano imperio bizantino y
la otra hacia el imperio de los persas.
En el año 636 comienza la conquista de Siria
con la victoria en Damasco. En el 638 conquistan Jerusalén. En el 640 conquistan Egipto y el Magreb
cristiano.
En el
651 lo que fuera el imperio persa o la dinastía
sasánida de mil años de tradición imperial del rey de reyes y de
Zoroastro, es conquistada por los árabes de Mahoma convirtiéndola en árabe por
religión y lenguaje. (La recuperación de su cultura y lenguaje vendría
después). Esa conquista incluía Armenia y Mesopotamia.
En el
710 llegan a España y en ocho años ocupan la mayor parte de la Península
Ibérica. En el 732 el pueblo de Tours se convierte en el símbolo europeo que
paraliza la conquista en Europa.
Dice Orianna Fallaci que si Carlos Martel no
hubiese ganado la batalla, hoy en día los franceses también bailarían flamenco.
Habían
transcurrido exactamente 100 años de la muerte de Mahoma.
Para los eruditos del tema del Islam, la hazaña
de esa conquista no es comparable con ninguna otra en el proceso histórico de
la humanidad y tratan de explicar las razones de tan impresionante victoria.
Conquistan territorios y siembran lenguaje y religión.
Por supuesto, la razón económica no
faltaría. Los conversos no pagarían
impuestos mientras que los infieles sí.
Para unos, las guerras centenarias entre
bizantinos y persas habían
disminuido la capacidad de respuestas de
ambos. Para otros, la fuerza de la victoria la constituía Alá.
Sin ninguna duda que en el caso de los
bizantinos contaban con la tecnología de las armas y la mayor fuerza de
soldados que la de las tribus árabes de espadas, camellos, caballos y de
arcos. Algunos caracterizan su victoria por el factor de la
velocidad, de la experiencia y del conocimiento del desierto.
En el caso de los persas, además de su
debilidad militar, se enfrentaban con sus luchas internas por la herencia del
profeta y del Islam.
Para este impresionante despliegue de conquista
era necesaria la producción de los instrumentos de guerra. Es de suponer que
esos 100 años de guerras de conquistas en el Islam manejado y administrado por la dinastía Omeya, la inversión en la
producción de las armas de guerra podría decirse en el lenguaje de hoy que se
correspondía con el por ciento más alto de su PBI.
En la actualidad, parecería que las guerras y
las conquistas en el nombre de Dios, El Clemente, El Misericordioso, aún no terminan.
v.yanguela@codetel.net.do