Violeta
Yangüela
En
estos años recientes el mundo
desarrollado sufre el virus de la crisis financiera que arropa a los países
europeos y a los Estados Unidos.
Para
algunos los argumentos del origen de la debacle ha sido la avaricia de las
instituciones financieras y su mala práctica en el manejo de sus
operaciones. Para otros ha sido la
desregularización y falta de supervisión de las instituciones del Estado que les ha permitido al sector
bancario el ejercicio desaforado de las actividades financieras. Para otros ha sido el despilfarro de los
gobiernos que ha llevado a los países a una deuda por encima de las
posibilidades de honrar los compromisos contraídos.
En
los tres casos, parecería que el Estado está presente en todas. Las leyes de
desregularización son creadas por los legisladores, la supervisión efectiva es
responsabilidad de los gobiernos y sus instituciones y el despilfarro en la
administración y redistribución de los
recursos no son más que proyectos “sociales” que procuran reflejar los resultados
en las urnas.
A
la manera de Jean Claude Juncker, “todos sabemos lo que hay que hacer, lo que
no sabemos es como ganar las elecciones
después”.
La
responsabilidad del funcionamiento del sistema financiero es del Estado y sus
instituciones supervisoras y reguladoras
son las que tienen los medios y la obligación de imponer el cumplimiento de la ley.
Asombrosamente
Iberoamérica y de acuerdo a las proyecciones de la Comisión Económica para
Latinoamérica y el Caribe (CEPAL) para el crecimiento económico de la región, el
año próximo las economías de la región seguirán creciendo con índices mayores a
los del mundo industrializado. Según el informe la economía de
la región creció un 4,3 por ciento en el 2011, y crecerá un 3,7 por ciento en
el 2012.
Pero,
y al decir de los dominicanos siempre aparece el “pelo en el sancocho”, según el informe, el crecimiento económico de
Latinoamérica podría ser aún más lento de lo que reflejan estas cifras si
empeora la crisis financiera de Europa.
Dicen
los expertos que este crecimiento en Iberoamérica es consecuencia de los altos precios
internacionales de las materias primas, y por supuesto estimulados por las crecientes
compras de China e India.
O
sea, que ese crecimiento depende de dos factores: la crisis financiera europea
y del crecimiento de China y la India.
Con
esta bonanza de crecimiento económico, envidiable para los países
desarrollados, ¿aprendieron los países iberoamericanos de las experiencias de
lo que se llamó la década perdida?
Cuentan
que un Faraón tuvo un sueño en el que siete vacas flacas se comían a siete
vacas gordas. Un adivino (¿el Freud
primitivo?) le interpretó el sueño diciendo que las vacas gordas representaban
la abundancia y la prosperidad y las
flacas la escasez y la penuria.
¡!
Cuidado con las flacas…y con la espiga!!
v.yanguela@codetel.net.do
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