Violeta
Yangüela
Santiago
de Chile ha sido la sede para el acto fundacional de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) promovida por el actual ausente y enfermo presidente
de Venezuela, teniente coronel Hugo Chávez en la que no participan Estados
Unidos y Canadá.
En
esta nueva organización regional se
integra Cuba, excluida de la Organización de la Organización
de Estados
Americanos (OEA) en 1962. Levantada su
prohibición en el 2009, Cuba desestimó
su participación.
Aún
no se sabe cuáles son sus principios, no se conoce su estructura, cuál es su
sede, tampoco quiénes o cómo se aportarán los fondos para su financiamiento y
para su accionar y mucho menos quiénes serán los responsables de su administración burocrática.
A
pesar de estos “inconvenientes” la reunión de Chile ha elegido a un
presidente. El flamante presidente de
Cuba Raúl Castro.
En
septiembre del 2001 los Estados miembros de la OEA aprobaron la Carta
Democrática Interamericana. Dice en su
Artículo 1: “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus
gobiernos la obligación de promoverla y defenderla. La democracia es esencial para el desarrollo
social, político y económico de los pueblos de las Américas”.
Pero
resulta que esos estados miembros que rubricaron esa Carta, son los mismos, con
las excepciones mencionadas, que han elegido a Raúl Castro como presidente de
la institución. No parece que Cuba brille en el firmamento latinoamericano y
caribeño por su ejercicio y mucho menos por su derecho a la democracia y la
obligación para promoverla.
De
los pocos regímenes comunistas que quedan en el mundo mundial, Cuba comparte
con Corea del Norte, a pesar de las diferencias culturales, el poder heredado
por clanes familiares Ambos han
descubierto la monarquía en tiempos republicanos. Raúl Castro hereda el trono
ocupado por su hermano el Comandante.
Las
palabras del heredero y ahora presidente de CELAC no tienen desperdicio.
Dice
Raúl Castro: “Hemos asumido el compromiso de oponernos con firmeza a todo intento
de desestabilización del orden constitucional de nuestros pueblos. Las constantes acciones de desestabilización
contra gobiernos legítimamente constituidos, firmemente comprometidos con los
reclamos de justicia social de sus pueblos, defensores de la soberanía de sus
países y expresiones de la más limpia y efectiva democracia”.
También
ha reconocido que el otorgamiento de la presidencia a su país constituye “un
reconocimiento de la abnegada lucha de nuestro pueblo por su independencia”:
¿Más
limpia y efectiva democracia?
¿Lucha
por su independencia? ¿Y no se supone que Cuba desde su independencia del
Imperio es “soberana, libre e
independiente”?
Es
una pena que Gabriel García Márquez ya no pueda escribir. Podría describir un nuevo Macondo donde definitivamente la
realidad supera la imaginación.
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