Violeta
Yangüela
Hace
unos años el emblemático director del periódico Listín Diario de Santo Domingo,
Rafael Herrera, titulaba un editorial
“Todos somos corruptos”. Algo así como
la frase atribuida por algunos a Napoleón y otros a Howard Hughes: Todo el
mundo tiene su precio. Joseph Fouché le
agrega, “lo que hace falta es saber cual es”. Habría que cambiarlo por “Todos
tenemos la capacidad de ser corruptos”.
Asunto
de condición humana. Definitivamente la corrupción no tiene colores, no tiene idiomas,
no tiene territorios, ni es de izquierda ni es de derecha, tampoco género y mucho menos identidad sexual.
Desde
los tiempos del primer código que se tenga registro, el robo ha sido
castigado. El Código de Hammurabi, en
unos de sus artículos dice: “si un señor roba la propiedad religiosa o estatal,
este señor será castigado con la muerte.
Además el que recibió de sus manos los bienes robados, será también
castigado con la muerte”.
Los
bíblicos escribieron una Ley. La ley de
Moisés. Los diez mandamientos. Y el tercero de esos mandamientos dice: No
robarás.
Luego
llegaron los civiles y con ellos la Ley Civil.
También dice: No robarás. Por supuesto con una diferencia, en la ley
divina robar es un pecado y su penalización es en el más allá. En la Civil, se
supone, que la penalización es en el más acá.
Aún
no se sabe si fue Judas el que dio a conocer la corrupción. Se cuenta que vendió a Jesucristo por 30
monedas de oro. Otros aseguran que todo
era parte de un plan. Si Judas no hubiera aceptado la “oferta de compra” no
hubiese sido posible su crucifixión.
Dice
la definición de corrupción de la Real Academia de la Lengua: “En las organizaciones,
especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las
funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus
gestores”.
Parecería que el tema
de la corrupción arropa al mundo mundial. Con los medios de comunicación a gran
escala, el tema de la corrupción se ha convertido en la noticia de primera
plana. Habría que agregarle la encuesta de la Percepción de la Corrupción
global que realiza la organización de Transparencia Internacional en la que los
ciudadanos expresan su percepción de la corrupción en sus países.
Es un fenómeno
político, económico y social global, que se podría caracterizar por soborno,
venta de favores, tráfico de influencia y por supuesto lo que han llamado
enriquecimiento ilícito. Sus consecuencias afectan la administración de
justicia, los procesos electorales (la acusación de fraude de algunas
elecciones) las relaciones económicas y sin duda, la comunicación social.
¿Quién o quienes le
ponen el cascabel al gato?
v.yanguela@codetel.net.do
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