Violeta
Yangüela
Según
cuenta la historia religiosa en la celebración de una cena con sus 12
discípulos Jesucristo advertía que uno de ellos lo traicionaría. Judas sería el
culpable de “vender” a Jesús por 30 monedas de oro. Aún se castiga la traición
con la celebración en Semana Santa de la quema de un muñeco que representa a
Judas. Unos aseguran que era un acto programado para asegurar la muerte y crucifixión
del Mesías.
Parecería
que Eva con su manzana y la seducción a Adán fue la culpable. Por su culpa fueron
expulsados del Paraíso lo que de ángeles pasaron a la categoría de seres
humanos con la mochila de la condición
humana. Y esa mochila viene cargada de lo más sublime a lo más horrible.
Dice
Lin Yutang “el espíritu de la sabiduría está
atado a una bestia que llevamos dentro, ata a este demonio con una correa vieja
y gastada y en cualquier momento puede romperse la correa”. Parecería que la
correa que ata a la bestia del robo que viene en la mochila, ahora le llaman corrupción, se ha roto por
todos los espacios del mundo mundial.
En
la correa religiosa robar es un pecado. Ya lo dice el mandamiento, No Robarás.
El castigo es divino. En la ley civil
robar es un delito que se supone se castiga en la tierra con la aplicación de
la ley.
Lo
que Harvey Weinstein ha significado para el destape de abusos sexuales en el
mundo mundial, el caso de Odebrecht ha destapado los casos de corrupción en
Iberoamérica y se multiplican en la
esfera de lo privado y de lo público.
Varios
ex presidentes ya han sido condenados y parecería que el caso mas simbólico es
el de Lula da Silva de Brasil condenado a 12 años de cárcel por delito de
corrupción.
Aún
en la cárcel, Lula aspira a la candidatura presidencial en las próximas
elecciones a celebrarse el próximo octubre y las encuestas lo señalan como el
favorito para ganar la presidencia.
Dicen
que la República Dominicana “es un país muy especial”. En la década de los 80, el ex presidente Salvador Jorge Blanco, acusado por el gobierno
del presidente Joaquín Balaguer, fue
condenado a 20 años de cárcel y una multa de 100 millones de pesos por
corrupción. La sentencia fue anulada. De nuevo acusado y condenado, solo cumple
dos meses de cárcel.
A
principios del nuevo Siglo, el gobierno del presidente Hipólito Mejía retiró
las acusaciones y las atribuyó a “persecuciones
políticas del presidente Joaquín Balaguer”.
A
propósito, decía Joaquín Balaguer: “la corrupción se detiene en la puerta de mi
despacho”.
Parecería
que los despachos de los presidentes, funcionarios y empresarios en Iberoamérica
carecen de esa “puerta”.
v.yanguela@codetel.net.do
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