lunes, 24 de abril de 2017

¿CASA DE LA PAZ?

                                                                            
Violeta Yangüela
Las dos grandes religiones son llamadas  “del Libro”. Unos, la Biblia  los otros, El Corán. Como hijo de Dios llegó al mundo fue crucificado y sus seguidores perseguidos, Mahoma logró la victoria durante su vida.  Conquistó territorios, creó un Estado y un ejército, hizo la guerra, promulgó leyes, impuso impuestos. En pocas palabras, gobernó y ésas acciones fueron santificadas y ampliadas en la tradición islámica.
En sus conquistas, los islámicos impusieron su idioma, su Estado y la ley divina.  El Estado es la religión, la religión es el Estado y Dios es la cabeza de ambos con el Profeta como su representante en la tierra.  Sin imágenes, sin estatuas, sin películas, sin humor y sin caricaturas.
En la concepción islámica Dios es el soberano de la comunidad, la única y última fuente de la autoridad y de la legislación. No existe diferencia entre la ley de la Iglesia y la ley del Estado. Aceptada como origen divino, regula todos los aspectos de la vida civil, comercial, criminal, constitucional.
Por la tradición de la ley islámica de la inferioridad de los infieles, y el consiguiente rechazo a sus  avances científicos y técnicos, el infiel se convirtió en  la punta de lanza  que aún hoy sirve para la conservación y la defensa de sus raíces religiosas, del poder político y por supuesto del poder económico.
La civilización islámica se define por su religión. Dar al-Islam, La Casa de la Paz todo el territorio gobernado por el islamismo.  El resto, Dar-al-Harb, La Casa de la Guerra,  habitado por todos los infieles que no profesan la fe y no aceptan un gobierno islámico.
Los cristianos  recibieron otras instrucciones: Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.  Con imágenes, con estatuas, con películas con humor y caricaturas.
En la concepción del mundo cristiano el secularismo, resolvió el conflicto entre Iglesia y Estado.  Por un lado,  la Iglesia y su jerarquía y por el otro, el Estado y la monarquía.  Más tarde, la separación entre Iglesia y Estado adoptada  por la  Revolución americana y la Revolución francesa, impidió el uso de la religión por el Estado y al mismo tiempo el uso del poder estatal para imponer su religión a otros.
A partir de la derrota en Viena, la  amenaza no sólo era política y militar sino que empezaba a resquebrajar la estructura de la sociedad islámica. También el cristianismo poseía  una fe con sentido de misión parecido y con la creencia de poseer la revelación final divina y sobre todo el deber de expandirla.
Durante siglos, los islamistas parecían haber quedado marginados de la historia, regímenes corruptos ricos productores de petróleo, sociedades derrotadas y condenadas al subdesarrollo y la injusticia perpetuas.
En la actualidad, parecería que esa amenaza persiste.
¿Son los ataques terroristas islámicos una  respuesta defensiva ante la amenaza de la modernidad y en consecuencia  un resurgir de su esencia totalitaria divina?
v.yanguela@codetel.net.do



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