Violeta
Yangüela
Posiblemente
las recién celebradas elecciones francesas podrían definirse como el espejo del
sistema democrático de la actualidad. Cinco candidatos a la presidencia de
Francia competían en la contienda electoral y cada uno con sus particularidades
y sus proyectos.
Los
partidos llamados tradicionales de la derecha y de la izquierda han quedado
fuera del juego para la próxima segunda vuelta.
Por
el lado de la derecha el candidato François Fillon a pocos días de la elección
presidencial enfrentaba el escándalo del empleo ficticio de su esposa al cual
respondió que se “trata de una operación de calumnia, quieren robarle la
victoria y llama a la venganza del pueblo”.
El
candidato del Partido Socialista, Benoit Hamon ha calificado su derrota como
una sanción histórica y dice que “la izquierda no ha muerto. El debate continua
y no lo abandonaré nunca”.
Por
el lado de la extrema derecha Mariane Le Pen, la defensora contra las elites
(otros le llaman establisment o la casta de Pablo Iglesia) con el objetivo de transformar la República se auto calificaba como la candidata del
pueblo, aspira a liberar al pueblo francés, defenderlo de la globalización y de la amenaza
de la inmigración. Entre sus propuestas, el cierre de las fronteras.
En
el extremo de la izquierda Jean-Luc Melenchon, líder del movimiento Francia
Insumisa, llamado por un periódico francés “el Chávez francés” consideraba al
difunto venezolano como “la puerta de lanza de un nuevo ciclo para nuestro
siglo. El de la victoria de la revoluciones ciudadanas”.. Su propuesta incluía
romper con los tratados europeos y sacar a Francia de la OTAN. Se autocalifica
como “defensor del pueblo contra la oligarquía”.
En
el medio Emmanuel Macron (¿el outsider?). Su movimiento En Marche le ha servido
para su puesta en escena de la aspiración presidencial con la intención de
“superar las diferencias tradicionales de izquierda y derecha.
Los resultados del voto ciudadano han sido la
irrupción de Macron y su Movimiento En Marche, la fortaleza de Marianne Le Pen,
el acenso de Melenchon, y la debilidad de los partidos tradicionales.
Sin
duda alguna que el protagonista de la contienda ha sido “el pueblo”.
Parecería
que las elecciones francesas han sido el espejo en que se miran las democracias
globales.
También
posiblemente habría que recordar la famosa frase de Wiston Churchill, “el
sistema democrático es el peor sistema político, exceptuando todos los demás”.
v.yanguela@codetel.net.do
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